Tras una fractura, la cirugía o inmovilización inicial protege el hueso y permite la cicatrización, pero también genera pérdida de fuerza, rigidez articular y alteraciones en la coordinación, especialmente si el paciente es una persona activa o deportista. La fisioterapia deportiva se centra en recuperar no solo la movilidad y fuerza básicas, sino también el rendimiento funcional necesario para retomar la actividad física de manera segura y eficiente.
Fase intermedia: recuperación
En la fase inicial de recuperación tras una fractura, el objetivo principal es proteger la zona lesionada mientras se previenen complicaciones asociadas a la inmovilización. Esto se consigue mediante técnicas de reducción de edema, como drenaje linfático manual o movimientos suaves de bombeo, que facilitan la circulación sanguínea y linfática, disminuyendo inflamación y dolor. Paralelamente, el control del dolor se logra combinando posicionamiento adecuado, crioterapia localizada y técnicas manuales suaves, lo que permite que el paciente pueda tolerar el tratamiento y participar activamente en los ejercicios de recuperación.
La movilización pasiva de la articulación afectada y de las zonas adyacentes se realiza con movimientos controlados y dentro del rango seguro definido por el cirujano o por los protocolos postoperatorios. Este trabajo tiene varias funciones críticas: evita la rigidez articular, mantiene la elasticidad de los tejidos blandos y promueve la lubricación sinovial, asegurando que la articulación conserve funcionalidad mientras el hueso se consolida. Además, se presta especial atención a articulaciones vecinas y grupos musculares cercanos para prevenir la atrofia muscular y la pérdida de fuerza, frecuentes tras periodos prolongados de inmovilización.
Un beneficio adicional de esta fase temprana es la prevención de adherencias y cicatrices restrictivas en tendones, ligamentos y fascia, que pueden limitar el rango de movimiento futuro y afectar la ejecución de gestos deportivos complejos. La combinación de técnicas de movilización pasiva, estimulación circulatoria y control del dolor crea un entorno seguro donde el tejido puede recuperarse de manera óptima, preparando el terreno para la siguiente fase de ejercicios activos, fortalecimiento y reeducación neuromuscular.
Fase intermedia: fortalecimiento activo y reeducación del movimiento
Una vez que la consolidación ósea ha avanzado y el hueso ya soporta carga parcial, comenzamos a introducir ejercicios activos controlados. El objetivo es recuperar fuerza, control motor y coordinación, evitando compensaciones que suelen aparecer tras semanas de reposo. Se trabajan tanto los grupos musculares directamente implicados en la fractura como aquellos que estabilizan articulaciones adyacentes, asegurando un desarrollo equilibrado de la fuerza y la resistencia.
En esta fase, la propiocepción adquiere un papel central. Mediante ejercicios de equilibrio, superficies inestables o movimientos controlados multidireccionales, se entrena al cerebro para percibir con precisión la posición y el movimiento del cuerpo, reforzando la coordinación neuromuscular y la seguridad articular. Esto es especialmente importante para personas activas o deportistas, que necesitan recuperar gestos complejos y patrones motores finos, como saltos, cambios de dirección o desplazamientos rápidos.
Fase avanzada: entrenamiento funcional y retorno seguro al deporte
En la etapa final, el enfoque se orienta a simular las demandas específicas del deporte o actividad habitual. Esto implica combinar fuerza, movilidad, resistencia y coordinación en ejercicios funcionales que reproduzcan los movimientos que el paciente realizará en su rutina deportiva. Se evalúan y corrigen posibles desequilibrios musculares, rigidez residual o compensaciones posturales, asegurando que cada gesto se ejecute con seguridad y eficiencia.
Además, se incorporan técnicas de resistencia progresiva y control neuromuscular, esenciales para prevenir recaídas y reducir el riesgo de nuevas fracturas o lesiones asociadas. La integración de fuerza, propiocepción y movilidad funcional permite que el paciente recupere no solo la capacidad física, sino también la confianza en su propio cuerpo, un factor crítico para volver a la actividad deportiva sin miedo a dolor o lesión.
Cada fase de la recuperación se ajusta a la tolerancia y evolución del paciente, evaluando constantemente fuerza, rango de movimiento y control neuromuscular. El objetivo es que, al final del proceso, la persona recupere confianza en su propio cuerpo, movilidad completa y capacidad funcional suficiente para retomar su deporte o actividad física habitual sin miedo a lesiones ni limitaciones.